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Desde que Jorge dijo en voz alta que era Jorge, su familia ha recorrido un largo camino. Con 13 años le empezó a salir el pecho y dejó de querer ir a clase. Sus amigos de siempre empezaron a verle como una joven con la que ligar y no como Jorge. No se ponía bikini ni quería ir a la playa. Lucharon para cambiar el nombre en el DNI. Y para que empezara a tomar testosterona, que le administraron en la sanidad privada.

La futura ley trans de España, prevé que la decisión sobre estos tratamientos la pueda tomar un menor transexual desde los 16 años. En sentido contrario, una sentencia dictada por el Tribunal Supremo británico considera que los menores no tienen capacidad para entender sus consecuencias ni pueden dar su consentimiento. El debate ya está ahí: hay especialistas que defienden que estos tratamientos se deben prescribir con una amplia supervisión médica, puesto que pueden desembocar en infertilidad y afectar al desarrollo de una vida sexual plena.

El tratamiento con bloqueadores hormonales y hormonas cruzadas para menores transexuales es una realidad médica reciente. Si toma los bloqueadores en el momento en el que va a desarrollar su pubertad, le ayudará a frenar el desarrollo de los pechos o de la barba y la nuez, y con ello parará su angustia y el riesgo de sufrir discriminación al no corresponderse la apariencia física con la identidad, un daño que a veces termina en suicidio.

El caso que ha desatado la polémica en el Reino Unido es el de Keira Bell, de 23 años. A los 14 empezó a cuestionar su identidad, tras una infancia en la que se sentía “asqueada por su cuerpo, deprimida y muy ansiosa”. Con 16, tomó primero bloqueadores hormonales y luego testosterona. Acabó practicándose una mastectomía doble.

España está haciendo el recorrido contrario. Este enero verá la luz el primer borrador de la ley trans, que ha despertado el recelo de parte del movimiento feminista. Alertan del riesgo de que “se borre” a las mujeres y también de “descontrol” en los casos de menores. La ley recogerá previsiblemente que el consentimiento para estos tratamientos se pueda prestar desde los 16 años de edad. En España, a partir de 16 años se puede dar el consentimiento a tratamientos médicos salvo en una operación “de grave riesgo para la vida o salud del menor”, según la ley del paciente.

La Organización Mundial de la Salud retiró en 2018 la disforia de género de la lista de trastornos psiquiátricos.

La mayoría de las comunidades autónomas tienen sus propias unidades de género. Organizaciones como Naizen o FELGTB (la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales) denuncian un funcionamiento dispar por comunidades y hablan de nuevo de “patologización” por parte de sus profesionales.

No existe una recopilación oficial de datos sobre los tratamientos a menores transexuales en España. La sentencia del caso Bell recoge que en Reino Unido los niños y jóvenes derivados al servicio de identidad de género pasaron de 97 en 2009 a 2.519 personas en 2018, más de un 2.600%. Y que se han incrementado sobre todo los casos de chicas que se declaran chicos trans. En Trànsit, la unidad de atención a las personas trans del Servicio Catalán de Salud, han tratado a 609 menores de nueve a 16 años desde abril de 2014. El incremento es de más del 2.200% desde los ocho casos del primer año a los 179 de 2020. Son 407 chicos trans, 179 chicas trans y 23 con identidad no binaria, por lo que también se da un incremento superior en el caso de quienes transicionan a chicos. Para la parte del movimiento feminista español crítica con la futura ley, esta diferencia en los números es un claro reflejo de las presiones sexistas que sufren las mujeres. Desde la otra parte, lo achacan a que la sociedad tiene más dificultad para aceptar a una mujer trans sin caricaturizarla o a que hasta ahora los hombres trans estaban más invisibilizados porque sus cambios físicos no son tan obvios a ojos de la sociedad.